¿Traduzco un proyecto, o proyecto lo que traduzco?

Proyecto de traducción

Muchos me preguntan qué hace un arquitecto dedicado a la traducción. Sucede que fue una vocación tardía, como suele sucederle a casi un cincuenta por ciento de los traductores. Una inclinación descubierta en una instancia diferente, liberadora de la mente. Fue allá por 2001, después de un largo año de intensas vivencias de mediación intercultural. Me atreví a decirlo con todas las letras: si voy a integrarme a un equipo de arquitectos, ingenieros y constructores, ¡quiero ser el traductor de ese equipo! Palabras más, palabras  menos, así fue como comenzó todo. El resto fue mucha agua que pasó bajo el puente. 

Así llegamos a la actualidad. Semana a semana, pasan por mi estudio profesional un montón de textos procedentes del mundo de la arquitectura y la construcción. Licitaciones, consultoría de proyectos de infraestructura, patentes de invención de materiales, folletos de inmuebles, etc. Hasta un hermoso libro sobre arquitectura de museos, que exhibo con mucho gusto. Algunos son «para ayer», otros con más tiempo. Pero siempre demandan mi especialidad, mis conocimientos, mi experiencia previa en los temas. Haberlo vivido, además de estudiarlo.

Si vamos a otros aspectos, ya entrando al área teórica, se puede citar la teoría del escopo, de Reiss y Vermeer. Aunque a veces no se lo formule, siempre hay un escopo implícito. Una intención de quien traduce, un querer llegarle a determinado público, a ciertos destinatarios.

Pero hay más que eso. Se puede hablar, también dentro de lo implícito, de un proyecto de traducción, que implica trasladar un texto desde la cultura de origen a la de destino. Tratándose de traducir construcción y tecnología, parecería que los vasos comunicantes ya están establecidos. Cuando las estructuras mentales son similares, solo hace falta investigar a fondo la terminología y los neologismos.

Pero, ¿qué ocurre cuando esos vasos comunicantes no son tan claros? ¿O cuando la cultura de destino es, por así decirlo, muy débil respecto de la cultura de origen? ¿O, por el contrario, cuando la cultura de origen es casi impenetrable para entenderla? ¿Y qué hay de lo intraducible? Hay lenguas, como el guaraní o el yupik, caracterizadas por vocablos de alta complejidad y difícil traducción. Se van planteando muchas limitaciones. En primer término, las del propio sujeto traductor. Y es entonces que corresponde formular, desde cero, un proyecto de traducción.

Antoine Berman, filósofo y traductor francés, le dedicó los últimos años de su breve pero rica vida a reflexionar sobre todo esto. En vez de plantear una teoría de la traducción, esbozó sus ideas para una crítica de la traducción. Entendida como un proceso continuo, de ida y vuelta, recurrente. La crítica como actividad generadora de teoría; ir de la práctica a la teoría, una postura muy innovadora, por no decir pragmática. Además de plantear un sumo respeto al sujeto traductor, como individuo con identidad, valores, prejuicios, lleno de limitaciones. El sujeto traductor como ser humano, finito, escaso; lejos de ser un ente neutro, es consciente de lo propio, y experimenta una vivencia de lo extranjero.

Hay culturas que necesitan mucha traducción de ideas y de conceptos. Enriquecerse, inundarse con lo venido de afuera. Tarea titánica si las hay. La multitud de seres humanos que proyecta y traduce, será la que enriquezca los vasos comunicantes entre las culturas. Les deseo buena suerte en la empresa. No será fácil, sufrirán mucha incomprensión; pero, créanme, vale la pena. Estos apuntes son apenas la punta de la madeja. Pretenden aportar algo de la cal y arena que se van a necesitar para unir tantos ladrillos, para construir un edificio sólido y esplendoroso, que algunos llaman interculturalidad.

Más blogs y enlaces sobre la temática:

 


Artículo escrito como parte de la preparación para el Seminario Internacional sobre Traducción, Terminología y Lenguas Minorizadas. Jaguerojera ñane Ñe’ẽ Guarani, a celebrarse del 26 al 28 de agosto de 2016 en la Fundación Yvy Marãe’ỹ, San Lorenzo, Paraguay.

18 comentarios sobre “¿Traduzco un proyecto, o proyecto lo que traduzco?

  1. Qué interesante entrada Fabio!! 👏👏👏
    (Veo que no soy la única que descubre una vocación después de haber empezado una distinta, cosa que me hace sentir bien.)

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    1. Querida Luci, no es exagerado decir que el 50% de nosotros hemos entrado «por la puerta del costado». Eso es un clarísimo síntoma de algo que se llama «invisibilidad del traductor», y que realmente da pena…

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    1. Exacto. Un mundo intraducible, que hay que explicarle a un público de cabeza cerrada. Ese mismo desafío tuvieron quienes tradujeron la Biblia a las lenguas aborígenes. O los juristas que redactaron la primera constitución del Japón en la era Meiji, tuvieron que crear a partir de la nada el concepto mismo de derechos…

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  2. Qué buen artículo, una traducción debe respetar el estilo del autor, sino la obra pierde su sentido real. Me ha pasado con el libro Madamme Bovary, he leído una versión apegada a Flaubert y otra, que dista tanto de ella, que parece ser una Bovary escrita por el vecino de Flaubert. Excente información Fabio, saludos!!

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      1. Incluso muchos traductores se especializan en determinado autor. Shakespeare, por ejemplo y se esmeran por traerlo a nosotros o a que nosotros vayamos a él. Es una tarea difícil, pero posible para todo buen traductor.

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  3. Hace ya varios años, en la enseñanza pública se enseñaba francés obligatorio.
    El motivo era que estaba de moda la literatura francesa y se decía que en la traducción se perdía mucho.
    Pero en la actualidad ganó el inglés,incluso al fallido intento del esperanto.

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    1. Gracias, Luis. Esto es una corriente minoritaria dentro de los teóricos de la traducción, pero ni te imaginas lo útil que es. Berman era francés, eso lo condena al «ostracismo» en el dominante mundo anglófono… si tan solo lo leyeran un poco…

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