Hierba humeante, rastas rechinantes

Dreadlocks backHace una semana una revista literaria publicaba mi relato La peluca de rastas (hacer clic aquí para leerlo). Varios ya lo leyeron y me hicieron sus comentarios, que mucho agradezco. Hubo elogios, identificaciones, sentimientos, también críticas. Como siempre sucede cuando algo se publica. En especial, cuando toca temas tan actuales como peliagudos. El pelo peinado en forma de rastas les causa repulsión a muchos; y, si además de eso, quien lo usa fuma marihuana, son varios los que ponen el grito en el cielo.

No es para menos. Hubo padres de familia que me cuestionaron. «¿Cómo se te ocurrió escribir de eso, justo a vos?» Para quienes no vivan en Uruguay, les comento que en mi país es un tema de mucha actualidad y controversia la legalidad del cannabis. No soy jurista, no me dedico a debatir ese aspecto, más bien me dedico a observar algunas cambiantes costumbres. En mi adolescencia era algo imperdonable. Pero hoy… ¿Cómo le cae al lector un texto que comienza así?: «…me acarició las rastas, mientras me dormía despacio sobre las sábanas verdosas. El humo de marihuana apenas brotaba de los restos del cenicero de madera. Se acarició la barriga de seis meses» Impactante, ¿verdad?

También es una historia que trata del dolor, de vida y muerte, de la falta de fe en Dios, y de la pérdida de la inocencia. Hubo quienes me plantearon «no es una historia creíble, para nada, toda esa promiscuidad tan precoz». ¿Quieren sorprenderse? Hubo lectores más jóvenes que me aseguraron identificarse totalmente con lo que le pasa al personaje. O que varios de sus amigos vivieron cosas parecidas. O que muchos harían bien en leer esta historia, completa, hasta el final, como una señal de lo que le puede pasar a quien cometa excesos sin tener límites.

No hay peor ciego que el que no quiere ver. Esta narración es una invitación a identificarse con elementos cotidianos, a compararse, a cuestionar y cuestionarse. «A mí no me pasó». «A mí tampoco». Y lo suscribo. Pero… ¡¿a cuántos les habrá pasado, y no lo sabemos?! O no lo queremos saber…

En palabras textuales de un jovencísimo lector: «… he tenido fuertes sacudidas de realidad, y leer algo así, de verdad, ayuda a aclarar la mente».


Pueden leer el cuento completo en el número 3 de la revista Luz de Candil, páginas 37 a 45. Si están apurados, aquí tienen la síntesis. Edad recomendada para la lectura: mayores de 13 años.

13 comentarios sobre “Hierba humeante, rastas rechinantes

  1. Un buen estudio de comportamiento humano. Buen humano ese padre procurando esconder la muerte, que no se puede separar de la vida y ese hijo jugando con la vida. Te animo a seguir escribiendo, leyendo, entendiendo y tratando de comprenderlo todo, errores y horrores incluidos=)

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    1. Muchas gracias por tomarte la molestia de leerlo. Mucha gente se «soltó» a opinar con el relato original, tanto, que me motivó a este segundo artículo. Y también hay un tercero, dedicado a las mujeres intrépidas como Isaura. 😉

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  2. Gran análisis. Muy cierto todo lo que dices, la realidad supera la ficción. Seguro que hay personas que han vivido situaciones iguales, parecidas o que sobrepasan a esta. Por otro lado, qué importante es leer de vez en cuando estas historias y poder analizarlas para comprobar si no nos hemos desviado del camino y si podemos ayudar a otros. ¡Gracias!

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  3. No creo que sea necesario escandalizarse tanto, ya que tranquilamente podríamos cambiar marihuana y rastas por otros elementos como cigarrillos, comida, alcohol (y otros que no voy a mencionar para que nadie se ofenda). Quiero decir: se trata de ahondar en la costumbre de escapar de la realidad, no en la marihuana per se. Cada persona tendrá sus formas, cada generación será marcada por alguna u otra, pero todos buscamos nuestra forma de evadir cosas (importantes). Decir «yo no hago eso» no es más que seguir escapando de la responsabilidad que conlleva la vida de cada uno. Todos lo hacemos, o todos lo hemos hecho. Critiquemos el cuento por el mensaje más que por las formas.

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  4. Hablamos a veces de los pilares éticos de la propia filosofía personal, pero tu y yo por nuestras profesiones sabemos que las estructuras son flexibles, que en contra de lo que la gente suele pensar no son rígidas sino que se mueven y se adaptan al entorno cambiante, y gracias a ello sostienen los edificios.

    A veces es bueno someter la estructura a cierta tensión para garantizar su buena salud, y no hay mejor prueba de carga para nuestros pilares que abrirse a otras ideas y comportamientos: a veces ocurre que salen reforzados y otras, en cambio, se detecta la necesidad de realizar ajustes.

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  5. Totalmente de acuerdo con «no hay peor ciego que el que no quiere ver» ante una realidad que nos rompe los sentidos a diario y vive mucho más cerca de lo que nos podemos imaginar….¡¡gracias por compartir Fabio!!

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  6. La marihuana, las rastas, la manera punk de entender la existencia. Son símbolos mediante los cuales los jóvenes señalan nuestros errores. Ahora soy consciente de que debimos hacerlo mejor para las generaciones venideras. Un abrazo.

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