
Ayer publicaba un poema que me salió una tarde, casi espontáneamente. Alude a un personaje que se escribe a sí mismo. Hoy vamos por la recíproca; un breve texto en prosa, referido al personaje que es el propio escritor. No por lo que crea, sino por lo que cree.
Crear y creer. Qué dos palabras tan hermosas. Hasta son confusas por momentos. «Quiero que usted cree XXX» frente a «¿Usted cree en esto que quiero?» Las mismas cuatro letras, pero con significados verbales distintos. O frases mucho más ambiguas, como: «Yo creo lo que creo», que se puede interpretar de varias formas.
Ahí está lo que cuenta. Creer en lo que se está creando. Y animarse a publicarlo, a mostrarlo, a difundirlo. Las modernas herramientas de publicación ayudan mucho. El resto va viniendo por añadidura. Si se logra atraer la atención de los lectores, después los comentarios llegan tarde o temprano. A veces, sucede que una obra no fue del todo bien escrita, hasta está incompleta, pero lo que sí le despierta al lector es fuerte, y allí llegan las devoluciones que importan.
Es entonces cuando la autocrítica de quien escribió funciona mejor, porque se da cuenta: «ah, si esto lo hubiese escrito con esta otra formulación, se entendería diferente», «la próxima vez lo voy a redactar distinto», etc. Ese proceso de ida y vuelta que nos va dando la práctica. Que, por supuesto, hay que saber completar con lecciones (presenciales, virtuales o leídas) de quienes realmente saben escribir. Y siempre: leer, leer, leer. El mejor contagio para afectar la propia escritura de manera favorable.
Sería más fácil si el escritor saliese a pedirles a los lectores «Denme ideas para escribir mejor». ¿Quién se cree que es ese escritor? ¿Un personaje ilustre? ¡Vamos!
Es hora de cumplir con nuestra tarea de comunicar, y de esforzarnos por hacerlo bien. Que lo creado supere al «personaje» (escritor) que hay detrás. Creer al crear.
Aprovecho la ocasión para recomendar algunas lecturas. Hagan clic aquí, en este listado encontrarán recomendaciones de muchos compañeros blogueros generosos que comparten sus conocimientos y experiencias a la hora de ser creativos. ¡Léanlos! Les van a servir.
Aprovecho a agregar otra sugerencia más: cinco errores que hay que evitar al escribir una novela.
Reblogueó esto en Huellas Literarias de Peter.
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Escribir, leer, releer, reescribir y no quedar nunca satisfecho. Un abrazo
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Pero también: buscar los resultados antes que la perfección, si no, es una búsqueda enfermiza e inconducente.
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No creo que los escritores sean personajes, la verdad, he conocido muchísimos, en talleres, conferencias y charlas, algunos de ellos conocidos y reconocidos, otros aspirantes a escritores como yo, y lo que te puedo decir es que en unos y en otros ( y en mí misma) hay una gran humildad y la certeza de aprender siempre al escribir y al leer.
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Gracias por el atento comentario. Te explico un poco el trasfondo de lo que escribí (que no está explicitado, pero lo tengo entre ceja y ceja):
1) Con tanta gente que se tira al agua a escribir, y que no revisa lo que escribe, y que satura la red de redes, se desdibuja muchas veces la frontera entre lo bueno, lo mediocre y lo pésimo.
2) Hay algunas comunidades virtuales de escritores que resultan verdaderas hogueras de vanidades (muy distinto del antiguo ambiente literario, más discreto en su escala y lento en sus tiempos, pero respetuoso, como debería ser siempre).
3) En la blogosfera existen multitudes de autobiógrafos que se dedican a escribir hasta lo más inconfesable. Hacen de su vida, pensamiento y fantasías un espectáculo tipo «gran hermano».
Como un gran conflicto entre lo íntimo y lo «éxtimo», la sociedad del espectáculo de la que algunos sociólogos hablan. Lo peor que nos puede pasar es caer en las redes de eso, y… no darnos cuenta.
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Por las dudas, para los lectores del espectro hispanohablante, hago una aclaración. En mi «pueblo grande» a orillas del Plata se le suele decir «personaje» a alguien que se sale de lo común, con todo el peso irónico (e incluso peyorativo) que uno pueda imaginar. Con la carga de «¿y este tipo, quién se piensa que es?» A lo que el mentado personaje contestaría, a mucha honra: «no me creo nada, soy». 😉
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Parte del mérito del escritor es conseguir que el lector traspase la frontera de lo meramente contemplativo y haga suya la historia que lee. Por ejemplo, en estos días me estoy obligando a leer El Gran Gastby, ya sabes, Scott Fitzgerald, la gran novela americana, modelo de modelos, paradigma paradigmático… bien, pues ya lo he dicho, me estoy obligando. Y sin embargo caen en mis manos textos como el sencillo post de ayer hablando sobre las nubes en una cordillera de México, y me provoca tal emoción que le escribo cuatro veces el comentario repleto de elogios a la autora y después lo borro todo hasta que lo dejo en dos frases para que no vaya a pensar cosas raras de mí. Pues de eso se trata, de creer en las historias, de hacerlas creibles y de conseguir que crean en ellas. Y ahí hay una componente de oficio y otra de fé. El oficio, eso, cursos, leer, aprender, practicar. Pero la fé, no. La fé nace de la más profunda convicción de que se es capaz de reducir a palabras los sentimientos, ideas y emociones más profundas, sean Gatsbys o sean nubes.
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Por cierto, ya que lo he citado, y con tu permiso, este es el post de marras: https://wordpress.com/read/feeds/35778830/posts/1176440034
Es de una sencillez y una belleza conmovedora.
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Muy cierto!
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Que buen texto!
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Que el personaje te desborde, que tenga vida propia.
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Eso, que el personaje corretee por el escritorio y pida cosas. 😀
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Muy interesante.
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