–Mi rincón. Monoambiente en buhardilla. Y con vista sobre edificios antiguos. Tiene onda, ¿eh?
–Bien para vos. No sé por qué, siempre te imaginé en un lugar así.
–Sentate, te voy a servir algo para brindar. Mirá.
Le acerco la botella.
–Lambrusco. Siempre quise probarlo.
–Tinto y dulzón. Buenísimo.
Descorcho la botella. Sirvo dos copas, chocamos y probamos. Yo apenas mojo los labios, disfruto del sabor a bayas. Mi primo la olfatea, pone cara de deleite, degusta un poco. Supo ser un buen catador de vinos. Aunque últimamente, no tanto como antes. Después de paladear y saborearse el acabado, vuelve a acercar la copa a los labios. Para mi sorpresa, en un envión se la baja toda. Me pide más. Seguir leyendo «Tinto y tristón»