
La maquetación a cargo de Karina (la chica a la izquierda en la foto) está impecable. Las páginas controladas, pruebas revisadas, los archivos aprobados. Que no falte ningún dato importante. Peor: que ningún dato sea erróneo (cosas del copyright, ¿viste?) para poder mandar el libro tranquilamente a imprimir. Las modernas máquinas de la imprenta de mi primo Mario (el de la derecha en la foto), operadas por eficientes obreros gráficos, hacen el resto del trabajo.
Y por fin llega el momento de tener Amigos orientales en versión impresa, como decís, «recién salido del horno». Una gran emoción me inunda. Entro a la oficina del departamento de arte, en donde trabaja Karina, y le exhibo lo que me acaban de entregar. Ya ni pienso, es todo alegría, tomo mi teléfono celular y empiezo a sacar fotos. La que subí a esta entrada es pasable, tengo otra mucho más borrosa en donde aparecen Nico y Humberto. A ellos les pido disculpas, juro que también quería que aparecieran acá, mismo lo tienen más que merecido. Si quieren verlos, en una próxima entrada están.
¿Sabés por qué me quedó borrosa la producción de fotos? Porque me tiembla la mano. Mis manos son mi vehículo expresivo por excelencia, comunican mi cerebro con el teclado, mi ser interior con lo que se muestra. Y en el momento en que se (de)muestra el sentimiento en el hacer (fotos), no me puedo controlar.
Me tiembla la mano. Así se expresa en gestos lo que siento al ver la criatura editorial recién nacida. Ahora es tiempo de que aprenda a caminar por el país y el mundo. A no quedarse en los estantes, a animarse a pasar de mano en mano.
¡Muchas gracias a todo el equipo de Mastergraf por hacerlo posible!
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