La semana pasada te traje el recuerdo de un personaje que nació de una madrugada de insomnio. Ahora lo vas a ver más en detalle.
En tu país estás acostumbrado a vivir de determinada manera. También es cierto que existen muchas personas que piensan distinto a vos. Y a la vez, ese «nosotros» colectivo tiende a ver a los de afuera como «otros» muy raros, que no pertenecen a «este» lugar, mío y tuyo. ¿Por qué me estoy poniendo así de reflexivo?
Sucede que en octubre de 2014, además de las noticias del ámbito político (se acercaban las elecciones presidenciales y parlamentarias, lo habitual cada cinco años), una novedad ocupaba un espacio importante en los medios: la llegada de familias sirias en calidad de refugiados de guerra. Toda una novedad para muchos. Porque es raro en Uruguay encontrarse con gente que hable árabe. O con mujeres que usen hiyab. Además de un montón de prejuicios cultivados por la prensa sensacionalista.
Pero yo estaba algo más informado sobre la compleja sociedad árabe musulmana, incluso había llegado a conocer a unos pocos (egipcios, para ser más exactos) en viejas épocas. Y también (¡gracias, papá!) desde muy chico conocía el libro El hombre que calculaba, ambientado en el antiguo Irak, cargado de sabiduría y poblado de lecciones morales de vigencia universal.
No es difícil hacer una asociación entre Irak y Siria, entre Bagdad y Alepo. De esta manera, aquella madrugada del 19 de octubre, en mi hoja de papel corrieron las palabras del flujo de la conciencia de Amir, un adolescente sirio tan humilde como educado, hermano mayor ejemplar, religioso pero nada dogmático, comprometido con el mundo que le toca vivir.
No soy experto en Oriente Medio ni mucho menos. Pero me permití darle vida al personaje de Amir, tan solo apelando al sentido común, a los valores más básicos, dejando hablar una voz interior que viene desde muy lejos en el tiempo (léase: cómo pensaba mucha gente décadas atrás, en una sociedad más estructurada y menos permisiva). Un muchachito poco común, dispuesto a emitir juicios lapidarios contra lo que siente como una decadencia social.
¿Es él el raro? La semana próxima vas a ver qué fue lo que le llamó la atención.
Muy a tiempo Fabio…eres la vela que ilumina a Montevideo. Abrazos de luz
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