Parece que fue ayer. Y ahora, ¡seguimos por más!
¿Todavía no lo leíste? Ahora es tu oportunidad. Seguir leyendo «Los amigos siguen callejeando»
Baluarte literario y cultural
Etiqueta: Amir
Parece que fue ayer. Y ahora, ¡seguimos por más!
¿Todavía no lo leíste? Ahora es tu oportunidad. Seguir leyendo «Los amigos siguen callejeando»
Mes aniversario de la publicación de mi primer libro Amigos orientales.
Qué hermoso regalo para la Navidad. Ayer se me apareció en redes sociales una amiga bloguera, Luna Paniagua, para decirme que había leído mi libro, hacerme un par de preguntas (claro indicio de que le interesaba mucho comprender a fondo el texto) y contarme que hoy salía publicada en su blog una reseña.
Muy agradecido y contento, esta entrada es un broche de oro para un año que me trajo algo magnífico. Porque el esfuerzo que significó escribir Amigos orientales, estudiarme el mercado editorial, conseguir ilustrador, mandarlo imprimir, presentarlo, distribuirlo… me ha significado una cosecha riquísima de lectores y amigos que me han venido acompañando de las más diversas formas.
Esta novela nos da a conocer a un grupo de amigos residente en un barrio de Montevideo, Uruguay. Son once adolescentes muy próximos a la mayoría de edad y de distintos orígenes. Todos ellos son integrantes de un mismo equipo de fútbol.
Escrito en español rioplatense y lenguaje coloquial. Oriental, en este caso, es sinónimo de uruguayo y de ahí su título: Amigos orientales.
Está dividido en cuatro partes, centradas en cuatro de los jóvenes: Amir, Moro, Fredo y Gonza. A través de ellos y de su relación con el resto del grupo el autor aborda temas propios de la adolescencia como la amistad, la incertidumbre hacia el futuro, la relación con los padres y, muy en particular, la revolución hormonal y el despertar de la sexualidad. Seguir leyendo «Reseña de Amigos Orientales por Luna Paniagua»
Es increíble lo rápido que suelen suceder las cosas. No estaba preparado para verlo ya, tan rápido. Pero ahí los tuve, delante de mí. Cuatro adolescentes actores interpretando a mis personajes.
¿Cuándo? Fines de octubre de 2017.
¿Dónde? En el Colegio Seminario, institución a la que asiste mi hija desde hace años.
¿Por qué? Tiempo atrás, presenté mi libro ante las autoridades del colegio, quienes lo derivaron al área de idioma español. El equipo docente organizó un taller de teatro y también realizó una labor de estímulo a los alumnos de primero de liceo. Estímulo a leer y también a investigar quién era el autor del texto. Los resultados se vieron el martes pasado, en un evento que duró una hora y media. Ya mismo te cuento los detalles. Seguir leyendo «Amigos a escena»
La semana pasada te traje el recuerdo de un personaje que nació de una madrugada de insomnio. Ahora lo vas a ver más en detalle.
En tu país estás acostumbrado a vivir de determinada manera. También es cierto que existen muchas personas que piensan distinto a vos. Y a la vez, ese «nosotros» colectivo tiende a ver a los de afuera como «otros» muy raros, que no pertenecen a «este» lugar, mío y tuyo. ¿Por qué me estoy poniendo así de reflexivo?
Sucede que en octubre de 2014, además de las noticias del ámbito político (se acercaban las elecciones presidenciales y parlamentarias, lo habitual cada cinco años), una novedad ocupaba un espacio importante en los medios: la llegada de familias sirias en calidad de refugiados de guerra. Toda una novedad para muchos. Porque es raro en Uruguay encontrarse con gente que hable árabe. Seguir leyendo «Nace Amir, de «Amigos orientales»»
Esta semana se lanza Amigos orientales. Amir, Tóbal, Fredo, Moro, Jagu, Andy, Paco, Paisa, Tris, Pedri y Gonza pronto estarán desbordando las librerías, las estanterías, las bibliotecas, las mesas de luz. ¿Querés verlo todo?
Ya lo encontrás en las librerías de Uruguay.
O pedímelo que te lo envío por correo.
O si preferís Kindle, ya lo tenés en Amazon.
Amigos orientales, por Fabio Descalzi. Baluarte, 2017, 184 páginas. ISBN 978-9974-91-583-1.
Si querés descargarlo de Amazon, este es el enlace:
Un borrador, bosquejo, esbozo, como quieran llamarle. Cuando se te da por crear, siempre tenés cosas bosquejadas en los cajones, en la mesa, hasta en tu bolsillo.
Esta imagen es el borrador de una de las láminas para la serie ONCE relatos del juego de la vida. Un proyecto que me llena de ilusión.
Pero no podés vivir de ilusiones, tenés que hacerlas realidad. Por eso, cuando decidí publicar este proyecto (o su parte visible), resolví que era necesario tener un buen gancho visual. Con amigos que me asesoraron encontré un ilustrador excelente. Seguir leyendo «Once amigos. Aquellos primeros trazos.»
Gonza estaba muy enojado. Fredo lo miraba incrédulo.
—Fredo, quería que me ayudaras a pensar algo, si no te queda mal.
—Bueh. Dale. Tirá. ¿Quién fue…?
—Moro. Lo encontraron tirado en la calle, de madrugada. Drogado hasta las patas.
—Uuuuuh, ¡qué feo! ¡Noooo! —Fredo se agarró la cabeza, los ojos desencajados, como con ganas de caerse muerto—. ¡Justo Moro, que nunca mató una mosca!
—Paco lo tuvo que sacar de la comisaría. Ahora se debe de estar despertando, Andy le está haciendo el aguante. Cuánto te apuesto que Moro ni se acuerda de lo que pasó.
—Está bravo esto…
—Hacía días que nadie sabía nada de él.
—Pero, ¿alguien sabía que se fumaba…?
—Antes, aunque debe de haber probado muy poco, casual. Pero esto de ahora fue un reventón. Un bajón mal. Por la madre, ¿entendés? Enojado con la vida. Sin nadie que lo frene. Es horrible.
Gonza cerró los ojos, respiró, y siguió. Fredo quedó en blanco.
—Vamos a tener que hacer algo.
—Ah, sí, qué fácil.
—Fredo, vos sabés muy bien lo que vale un amigo, ¿no?
—Obvio, macho. ¿Qué haría yo sin vos? ¿Y vos sin mí?
—También sabés lo importante que es tener una familia atrás.
—Más bien. Te rebancan.
—Moro ahora no tiene a nadie. ¿Te pusiste a pensar? A nadie. Solo nosotros.
Fredo empezó a ponerse nervioso.
—Y yo, ¿qué querés que haga? Tenemos cero onda. Moro es como una piedra. Ni habla.
—Justo por eso. No lo podemos dejar solo. Nos vamos a tener que turnar.
—¿Eh?
—Entre todos, no nos va a costar tanto. Pero todos tenemos que ponernos.
—Pará, macho. Si Moro está sin guita y precisa morfar, le llevo milanesas al pan, lo que sea. Pero que se maneje.
Gonza lo miró muy duro. Tomó aire y empezó a hablarle de otra manera.
—Fredo, vos pensá. Sabés lo que es perder todo, lo material, esa historia te la contaron, ¿eh?
—Ni me lo repitas. Obvio que sé. Hasta me acuerdo yo de cosas que perdí. Paaaah, casi seis años tenía cuando tuvimos que dejar esa casa…
—Imaginate, además, perder a tu padre. Y a tu madre. Y a tu abuelo. Y también a tu tía.
—Noooooo, no podés…
—Y también imaginate que tus hermanos que viven allá lejos no te dan ni la hora. No tenés pasaporte para irte, no tenés plata para pagarte pasaje, nada. Vos solo, acá, en la calle.
Fredo escuchaba con los ojos mirando para abajo.
—Después de pasarte todo eso, ¿qué pasa si, además, yo, Pedri, y todos los demás del cuadro te damos la espalda? “Que se maneje”. ¿Eh?
—¡Me muero muerto!
—Bueno. Seguite imaginando, de ahí para abajo.
—No puedo…
—No necesitás seguirte imaginando nada más. Andá a verlo a Moro, y vas a ver lo que es todo eso junto, y peor.
Fredo se restregó las dos manos por los ojos, que le quedaron rojos. Levantó la mirada como un perro mojado.
—’Ta bien. Te prometo que voy a ayudar. No sé cómo, pero voy a hacerlo.
—Más te vale.
En eso, llega Amir, mientras Fredo y Gonza seguían de lo más enfrascados.
—Está complicado esto de Moro. Tenemos que pensar algo más.
—No se me ocurre nada que vos no hayas dicho ya.
—Paren. Tienen que ver a Moro. Ahora. Recién.
—¿Qué otra hizo ahora? —Gonza temía escuchar algo peor.
—Está con Malik.
—¿Cómo? —Fredo y Gonza comentaron al unísono.
—Yo le hablé a Malik. Le dije “andá a verlo”.
—¿Malik? ¿A qué?
Gonza se acordó de aquel viejo juego de manos.
—Entonces querés decir que…
—Hace rato. Cerca del mercado. Un baldío. Vengan.
Extracto de Amigos orientales.
El 13 de junio ya hace año de que empecé a escribir en este blog. Te doy las gracias a vos por seguirme siempre. Por alentarme a seguir. Me acompañaste a lo largo de este apasionante año. Sumaste a mi experiencia, a mis expectativas, a mi sentir. Como decís por acá: gracias por hacerme el aguante. O, como se dice por todas partes: te agradezco por tu compañía, hermano.
Este blog, con el que tanto me acompañaste, es apenas la parte visible de lo que me pasó todo este tiempo. Una vidriera de ideas, inquietudes, aspiraciones y gustos culturales. Mientras tanto, yo seguí ocupado tras bambalinas en un trabajo que ya había comenzado hace casi tres años. El resultado de todo este tiempo de labor es mi primer libro, Amigos orientales.
Se divide en cuatro capítulos, uno para cada protagonista. Ambientado en un tradicional barrio de Montevideo, Amigos orientales te cuenta las andanzas de los cuatro pibes que ves en la imagen: Moro, Fredo, Gonza, Amir. Los acompañan en todas sus amigos y compañeros de cuadro: Andy, Jagu, Tris, Tóbal, Paco, Pedri y el Paisa. Sí, los ONCE orientales (la mayoría, uruguayos) que juegan al fútbol. Pero el fútbol es apenas un pretexto para que se junten. No es (solo) una novela sobre fútbol, es sobre la vida misma.
Forma parte de ONCE relatos del juego de la vida, un proyecto más ambicioso que me ocupa desde aquel lejano octubre de 2014, con mucha ilusión. Está imaginado y escrito por un adulto con adolescentes en su familia. Un adulto que también supo ser adolescente. Ahora sale a la calle y a la cancha este equipo de personajes, listo para darse a conocer. Con todas las cosas que les pasan, se les ocurren, inventan, cómo se la juegan por lo(s) que quieren…
Ya sé que los adultos van a disfrutar de muchas de sus páginas. Porque es seguro que vos, que ya peinás canas, también te vas a acordar de aquella vez que…
No te lo pierdas.
Amigos orientales, por Fabio Descalzi. Baluarte, 2017, 184 páginas. ISBN 978-9974-91-583-1.
Te lo puedo enviar a domicilio. Para Uruguay, Mercado Libre. Otros países, consultar.
Disponible en librerías:
Si querés descargarlo de Amazon (para dispositivos móviles), hacé clic aquí.
Y si querés escuchar la música, acá está toda: ONCE con música.
Atmósfera de misterio. Llegada. No hay nadie.
En el instante 1.11 del video comienza un ritmo muy familiar para nosotros, los montevideanos: chas, chas-chás, chas-chas. ¿Tamboril de candombe? ¿Ritmo de fusión?
En eso, una voz masculina empieza a cantarle a su chica querida, la luz de sus ojos, la que vive en su imaginación… pero en árabe. La lengua del sirio Amir.
Nour el Ein, un tema de pop árabe de 1996 interpretado por el egipcio Amr Diab, me inspira por su ritmo, su alegría, su interculturalidad implícita. Oriental.
Aprovecho a explicar lo que se oye. Yo, montevideano, escucho música afrouruguaya. Un árabe como Amir, en cambio, escucha su música. Esa es la magia de las múltiples lecturas. Y de los múltiples mensajes contenidos en un mismo vehículo (en este caso, ritmo).
Hoy es mi cumpleaños. Me hago el regalo de generar expectativa.
¿Querés saber adónde me llevó esta canción?
Lo vas a saber pronto. Ya llega Amigos orientales.
La puerta gastada de ese apartamento se abrió de golpe. Andy cantaba a voz en cuello sus baladas rockeras. Cara de copado. Amir se sorprendió al verlo aparecerse así. Andy, como siempre, con su sonrisa contagiosa, extendió la mano para adentro.
–Pasá, bo. Sentate donde quieras.
Amir entró, se sentía medio raro. Los ojos muy observadores recorrían todo, como queriendo tocar algo. El lugar era chiquito, los muros hacía años que no se pintaban, pocos muebles, casi nada de adornos. Andy desapareció por la puerta del dormitorio; en las paredes, parecía que un mar de grafitis diminutos hormigueaba como queriendo seguirlo.
–¿Te gustó la música que te puse ayer? Tengo otra parecida, tenés que oírla, bo.
Entre medio de los grafitis sobrevivían una foto, dos pósters y la cubierta de un disco. Cómo falta un padre acá, pensaba Amir. Pero el pobre Andy no tenía la culpa. Volvió a aparecer, siempre cantando, a buscar una toalla tirada en la mesa.
–Sentate, no te quedes parado ahí. Mirá que voy a tardar. Tomá, bo, escuchate algo, apretá acá –y le dio los auriculares.
Amir no atinó a oír esa música bochinchuda. Tenía la mirada clavada en una de las caras de la pared. Andy le captó en el aire su curiosidad.
–Ah, le copaba a mi vieja. Voyage, voyage. Quiere decir viaje, es en francés. Yo, ni idea, bo. Siempre soñaba con viajar. La cantaba a cada rato. Pero no está tan buena como las que ponía mi viejo. ¡Esas sí que son potentes, bo!
Es tal cual, le falta el padre. Y la madre. De ella, solo queda esa cubierta que ni siquiera la muestra. Es una cantante rubia, mirando de costado, con el pelo bien corto. No usa velo.