No tengo rumbo. No tengo cara. No tengo historia. Nada. Tristeza. Soledad. Silencio. Vacío. Miedo. Inmensidad. La bahía se mece de un lado, el río color león se embravece del otro. La escollera tiene ese qué se yo, que divide aguas, separa… aleja… aparta del inalcanzable horizonte donde Yasí, desesperada, busca a su amado. Ecos de la sirena nadadora entre las islas del Río Uruguay, que el corazón añora… Flotando aguas abajo, los camalotes bajan, se depositan en las arenas de la taza de plata. Un niñito que llora y gime como charaboncito en la inmensidad desolada. Ecos que resuenan en la Gruta del Palacio; susurro de las hojas del ombú solitario. Soledad que se refleja en las ondas de algún río ancho como mar.
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