Como un enorme elefante vertical, el Palacio Salvo se alza sobre la silueta de Montevideo desde hace noventa años. El que supo ser en su momento el segundo rascacielos más alto de Sudamérica, tiene un hermano en la Avenida de Mayo de Buenos Aires, el Palacio Barolo. El arquitecto de ambos, Mario Palanti, soñó con incluirles faros que los hicieran recíprocamente visibles desde las orillas opuestas del Plata. Hace algunos años, el Barolo se dotó de iluminación nocturna en su cúspide. Ahora es el turno del Salvo.
Hoy viernes a las siete y media de la tarde se inaugura la cúpula luminosa del notable edificio. Pueden ver más detalles aquí. Porque el Salvo también es memoria, es patrimonio ciudadano, es arte. No es feo ni lindo; se impone en el paisaje, puebla todas las postales. Ahora también de noche. Vuelve a danzar al son de la música, como si fuera un eco de la Cumparsita, que hace un siglo viera la luz en este mismo punto del paisaje urbano, tiempo antes de comenzar la excavación de los enormes cimientos de esta mole.
Fabio, me parece muy bello como su mellizo, nuestro Barolo, que son en homenaje a la Divina Comedia del Dante. No dejo de opinar que es un poco delirante, pero reconozco que la arquitectura es esplendida. Quizá en noches claras se divise de las dos orillas la luz que soñó Palanti como faros. Abrazo.
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