Cae y se desliza.
Se siente, pero escurridiza.
Parece firme, pero pide paso.
Intento abrazarla, pero no hay caso.
Es como la esperanza que se me escapa entre los dedos.
Esperanza, ¿adónde te fuiste?
Desespero esperando que me mires.
Nada más que eso espero.
Y nada menos.
Porque la manera que me mirabas, sí, no te hagas la que no sabías, porque sé que me mirabas, no me la puedo sacar de la cabeza.
Me diste energías para marcar el gol con toda la certeza.
Tus ojos sabían a quién miraban.
Tus gritos sí que me alentaban.
Ya no sé qué sentir.
Ojalá supiera qué pedir.
La granalla de gotas lacera mi piel.
El recuerdo de tus ojos me desespera con su miel.
El agua quiere intentar calmarme.
Pero nada hay que pueda desahogarme.
Esperanza, ¿adónde te fuiste?
¿Será posible que te me perdiste?
«Tambourin» de la Suite en Mi menor, RCT 2 por Jean-Philippe Rameau (1724). Goteo incesante que taladra el corazón…
Ya publicado en Letras&Poesia el año pasado.