Categoría: Escrito por Fabio Descalzi
Retorno
Celeste y los tigres

Ella también los conoció. Desde el principio.
Ella también los vio. Corriendo por las calles y rincones más impensados.
Ella también los impulsó. Con su arte y profesionalismo.
Te estoy hablando de Celeste Moreno. La misma correctora que en su momento colaboró con Amigos orientales, ya había cooperado antes con este libro, que (por decisión mía) tardó más tiempo en ver la luz del día. Celeste interpretó muy bien lo que yo quería comunicar; te lo voy a reproducir textualmente aquí:
Dicen que la primera impresión es la que cuenta. Yo diría que es un comienzo, la envoltura. Pero si me dejo llevar por la famosa frase, ya mi primera impresión al tener el libro en mis manos fue de satisfacción. Satisfacción por los colores, las texturas, los diseños. Ya luego entrando en el libro, me encuentro con unos personajes inquietos o inquietantes, quienes no escatiman en hacerse ver. Vamos de frente, las historias son oscuras, no aptas para menores, diría un cartelito de televisión. Hay que enfrentarse a estas sin pudor, sin juicio, libres. Ante esto, sorprende la capacidad del autor para ponerse en la piel de estos personajes, para hablar como ellos, pensar como ellos (sabiendo uno que muy lejos está el autor de las historias que narra). Estructuralmente, aprecio la buena organización, el buen manejo de la temporalidad y las sorpresas hechas poesía que se cruzan en el camino de la lectura. Estos tigres no son para todos, pero sin duda leerlos es una experiencia única que el autor bien logró crear.
Ahora ya no hay por qué esperar más. Ahora, gracias a Celeste y a los demás colaboradores que participaron, podés seguir muy de cerca las andanzas del Turco, el Tano y el Tibu, los personajes de los Tres terribles tigres.
¡No te los pierdas!
Si te gusta leerlos, el libro está online en la tienda de Letras & Poesía. También lo encontrás en librerías de todo Uruguay.
En redes sociales, seguilos con el hashtag #tresterriblestigres
(fuente de la imagen: Freepik.es)
¡Ya andan sueltos!

Rápidos como rugidos.
Fatales como fieras.
Impremeditados, inconscientes, inconfesables.
Pecadores imperfectos. Humanos al límite.
Esto y mucho más es lo que hay para decir del Turco, el Tano y el Tibu, los personajes de los Tres terribles tigres.
¡No te los pierdas!
Si te gusta leerlos, el libro está online en la tienda de Letras & Poesía. También lo encontrás en librerías de todo Uruguay.
En redes sociales, seguilos con el hashtag #tresterriblestigres
Cosas de barrio (el Quedado y el Toronja)
El más grande
Es el más grande. Sobresale de sobra.
La inspiración le abunda.
Puede (casi) todo lo que quiere.
Encuentra un tesoro en sus amigos.
Muchas lo mueven a mucho.
Bastante puede.
De pronto, todo le pasará de repente. A su corta edad. Seguir leyendo «El más grande»
El más chico
Es el más chico. Mimado y consentido.
Inspira buena onda.
Puede ser el mejor.
Busca amigos y amor.
Más de una lo mueve.
Algo puede.
De pronto, todo le pasará de repente. A su corta edad. Seguir leyendo «El más chico»
El del medio

Es el del medio. Bien del montón.
Aspira pero no inspira.
Quiere pero no puede.
Busca pero no encuentra.
Igual, todas lo mueven.
Total, todas lo pueden.
De pronto, todo le pasará de repente. A su corta edad. Seguir leyendo «El del medio»
Revolea
Que se vaya a la mismísima…
No la voy a soportar ni un minuto más a esa. Ya no existe para mí. Voy a hacer la mía. A salir, a conocer, a aprovechar. Tener novia, yo. ¡Ja, ja, ja! Después de todo el tiempo que estuve con esa. Después de todas las noches que pasé con esa. Después de todo lo que dejé por esa. Después de todo lo que trabajé en la pizzería para hacerle regalos, ¡a esa! Después, después… ¡después, lo que venga! Seguir leyendo «Revolea»
Corazón aliviado
Hoy murió un amor.
No hay nada de qué hablar.
No me quiere hablar.
Y francamente, yo tampoco.
No me inquieta ese silencio. Seguir leyendo «Corazón aliviado»
Cosa de (b)ella, ¿y qué?
Se acabó. Ahora sí que se terminó.
Que se vaya al diablo ese imbécil. Voy a empezar a vivir mi vida.
Tenía razón mamá. Un mentiroso. Un sátrapa. ¡Un vividor! Porque otra cosa no se puede decir. Seguir leyendo «Cosa de (b)ella, ¿y qué?»
¡Volver a vivir!
El resplandor del amanecer me desvela como una caricia. No quiero despertarla, prefiero que descanse tranquila después de esta semana agotadora.
Hace apenas diez días que estamos juntos. No ha dejado de correr de arriba para abajo, de ir y venir haciendo cosas, de arreglar cada rincón para que parezca como nuevo. Y es que nuestra vida es nueva. Para mí, sin duda.
Apenas puedo creerlo. Ya ni me animo a calificar lo nuestro como normal o anormal, porque parece que en este mundo ya nada lo es, tanto da. Pero… Ya estoy cansado de trotar por la vida, cayéndome siempre de la montura. Ahora, voy a andar lento pero seguro.
Mejor me levanto ya mismo y voy aprontando el desayuno. El que a ella le gusta. Apenas le conozco los gustos desde que me mudé con ella, pero esto sé que le va a encantar. Y esto otro también. Ah, por supuesto, y una flor de estas que crecen en la ventana.
Esta vez no puedo fallar. No voy a fallar.
Hoy me levanté bien. Inspirado. Elijo seguir con ella. Y la voy a seguir eligiendo todos los días. Lo sé.
Canon y giga en re mayor, por Johann Pachelbel (1680). Un plácido despertar de los sentidos.
Publicado en Letras & Poesía hace pocos días.
Natividad invisible
Verde pesebre,
planta microscópica
que cobija paz. Seguir leyendo «Natividad invisible»
Electa
El futuro pendía de un hilo.
Se debía laborar con sigilo.
A lograr una gran transición.
A impulsar una limpia visión.
No dormía desde hacía semanas.
No quería que se hicieran macanas.
Anhelaba contribuir al gran cambio.
Del pasado, no quería resabios. Seguir leyendo «Electa»
El manojo
Supongo que siempre lo supe; un día iba a terminar llamando a esa puerta.
Una casa de balneario en Floresta, con un jardín al frente, si es que se le puede llamar jardín a un pequeño rectángulo enrejado en el que apenas caben una rosa china y dos o tres ridículos enanitos cubiertos ahora de maleza. El propio marido de Carolina me contó que los había comprado ella misma, un año atrás. Carolina había llegado en taxi, una noche de lluvia; dejó el automóvil esperando en la calle y entró en la casa como una tromba. Tomó el manojo de llaves, volvió al taxi y se fue.
Sí, ese manojo de llaves al que yo tantas ganas le tenía y nunca me decidía a ir a buscar. Carolina me ganó de mano. Tengo que admitirlo, me siento frustrado; yo podría haber llegado antes. Seguir leyendo «El manojo»