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Treinta y poco

Smoke and head
Ella corre la cortina, que entre sol. Se agacha junto a él, le acaricia los pectorales bien trabajados, le habla al oído.

—¿Vas a quedarte a desayunar, mi negrito?

—Mmmh… ah, buen día. ¿Qué hora es?

—Mi negro, ¿modosito te pusiste hoy? Anoche estabas tan apasionado…

—¡Las diez! Se me hace tarde para empezar mi horario en el taxi. ¡Me voy ya mismo!

—Pero antes… —ella intenta arrancarle un beso de labios carnosos.

—Listo, bastó —él la aparta, aferrándole los hombros con sus manos fuertes.

—Pero… ¡no seas bruto! —ella se acaricia el hombro, no sin antes apretarle el bíceps con la otra mano.

—No seas larva. Dale que se me hace tarde —él manotea en el aire, evitándola al levantarse.

Se lava la cara, junta la ropa, se viste y se va. Lo que ella le lanza con la lengua le rebota en los oídos y en la piel.

—¡Qué poco lo tuyo! ¡Ojalá te atropellen! —se oye tras el portazo. Seguir leyendo «Treinta y poco»

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Rosa(rio) de lejos

rosario-de-vertebras-de-pescadoHablamos de cualquier cosa. Último beso de la noche. Ya tiene que irse. ¡Qué lástima!

—Hasta mañana, Lupita.

—Adiós, Tibu.

—Mañana te veo.

Ella apenas agita la mano con delicadeza.

***

Un lugar enorme, todo blanco, lleno de luces fuertes, estoy parado en el centro de todo, sobre un lugar elevado. El rosario que me regaló Lupita cuelga de mi cuello. Pero no tengo la tabla de surf. Acá va a pasar otra cosa.

Hay mucha gente vestida de fiesta, en asientos que miran hacia donde estoy parado yo.

En eso, empieza a sonar música de ceremonia. Se abren las puertas. Entra caminando despacio una chica, vestida de blanco, con un ramo de flores enorme. Sonríe. Es ella, Lupita, sin duda.

Pero la acompaña alguien que parece Chespirito joven, habla como ella, pero más rápido.

Siento mucho calor. Alguien me dice algo al oído.

De repente me despierto traspirado. En el medio de la playa. Ya va a salir el sol.

Me dan vuelta en la cabeza las palabras que me dijo. Además, se fue. Claro que se fue. Rosa de un día, como dirían aquellos… Ahora, es de lejos…

Voy a correr las olas. A ver si me distraigo con algo.

Agarro mi tabla, voy bien adentro del océano. Ahí viene una ola. ¡Espectaculaaaar!

Demasiado fuerte. La ola me voltea. La tabla se va para cualquier lado. Uh, por suerte, pude agarrarla.

Pah… hice un mal movimiento. Hoy no es mi día. Salgo medio rengo. Me duele la pierna. Voy a tirarme un poco en la arena.

Me acaricio el pecho.

¡El rosario! ¡Lo perdí! ¡El regalo de Lupita!

Fue al caerme de la tabla, todo ese torbellino. ¡Noooo!

Pego con los puños en la arena. Me descargo la rabia.

No la puedo tener.

Ni siquiera ese recuerdo de ella.

Solo… acordarme de lo que fue ayer.

La perdí…

¡Cómo me la perdííí!


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Tan sol(ter)o de vuelta

El Turco está sentado en el cordón de la vereda. Se le acerca el hermano.

–¿Qué te pasa, che?

–Otra vez…

–Juaa, te volvió a patear aquella.

El Turco lo mira de reojo, masticando rabia.

–Y que no vaya a decir que no la supe entender. Porque mirá que la pasó bien conmigo, ¿eh?

–Lo que pasa, es que…

–Se le dio por volver con ese tarado nariz para arriba. El novio que tenía antes.

–El mismo que ya te la había sacado el año pasado, ¿eh? Seguir leyendo «Tan sol(ter)o de vuelta»