Que se vaya a la mismísima…
No la voy a soportar ni un minuto más a esa. Ya no existe para mí. Voy a hacer la mía. A salir, a conocer, a aprovechar. Tener novia, yo. ¡Ja, ja, ja! Después de todo el tiempo que estuve con esa. Después de todas las noches que pasé con esa. Después de todo lo que dejé por esa. Después de todo lo que trabajé en la pizzería para hacerle regalos, ¡a esa! Después, después… ¡después, lo que venga! Seguir leyendo «Revolea»
Etiqueta: Novia
Diario de mi casa
El cenicero está vacío en el medio de la mesa ratona. Papá dejó de fumar hace años. Mamá siempre se quejaba del olor a toscano. Ahora la alfombra está divina, bien tersa y con olorcito a lana. Da gusto tirarse y revolcarse. Uno de los gustos que me doy en casa.
Todavía no llegan papá y mamá. A veces se demoran, cuando hay tráfico para volver del Centro. O cuando tienen que pasar a hacer algún mandado por Dieciocho.
Hoy cumplo veinte. Tal vez fueron a comprar algún regalo, o alguna otra cosa.
No festejamos mucho. Yo nunca fui muy de las fiestas.
Pero ahora estoy empezando a pensar en otras cosas. Conseguirme un trabajo, a ver si hago experiencia y empiezo a tener mi plata.
La plata. Esa cosa por la que tanta gente discute. Que hace tanta falta para vivir y darse gustos. Pero que algunos amontonan sin saber para qué. Seguir leyendo «Diario de mi casa»
Rosa(rio) de lejos
Hablamos de cualquier cosa. Último beso de la noche. Ya tiene que irse. ¡Qué lástima!
—Hasta mañana, Lupita.
—Adiós, Tibu.
—Mañana te veo.
Ella apenas agita la mano con delicadeza.
***
Un lugar enorme, todo blanco, lleno de luces fuertes, estoy parado en el centro de todo, sobre un lugar elevado. El rosario que me regaló Lupita cuelga de mi cuello. Pero no tengo la tabla de surf. Acá va a pasar otra cosa.
Hay mucha gente vestida de fiesta, en asientos que miran hacia donde estoy parado yo.
En eso, empieza a sonar música de ceremonia. Se abren las puertas. Entra caminando despacio una chica, vestida de blanco, con un ramo de flores enorme. Sonríe. Es ella, Lupita, sin duda.
Pero la acompaña alguien que parece Chespirito joven, habla como ella, pero más rápido.
Siento mucho calor. Alguien me dice algo al oído.
De repente me despierto traspirado. En el medio de la playa. Ya va a salir el sol.
Me dan vuelta en la cabeza las palabras que me dijo. Además, se fue. Claro que se fue. Rosa de un día, como dirían aquellos… Ahora, es de lejos…
Voy a correr las olas. A ver si me distraigo con algo.
Agarro mi tabla, voy bien adentro del océano. Ahí viene una ola. ¡Espectaculaaaar!
Demasiado fuerte. La ola me voltea. La tabla se va para cualquier lado. Uh, por suerte, pude agarrarla.
Pah… hice un mal movimiento. Hoy no es mi día. Salgo medio rengo. Me duele la pierna. Voy a tirarme un poco en la arena.
Me acaricio el pecho.
¡El rosario! ¡Lo perdí! ¡El regalo de Lupita!
Fue al caerme de la tabla, todo ese torbellino. ¡Noooo!
Pego con los puños en la arena. Me descargo la rabia.
No la puedo tener.
Ni siquiera ese recuerdo de ella.
Solo… acordarme de lo que fue ayer.
La perdí…
¡Cómo me la perdííí!
La peluca de rastas
Isaura me acarició las rastas, mientras me dormía despacio sobre las sábanas verdosas. El humo de marihuana apenas brotaba de los restos del cenicero de madera. Se acarició la barriga de seis meses donde Roni disfrutaba de su confort amniótico. Se recostó boca arriba y poco a poco fue conciliando el sueño.
***
—Crispín, no te me quedes. Te tengo que hablar.
Abrí los ojos medio despistado. Hacía tiempo que no escuchaba esa voz.
—Crispín, mi hijo querido. Te estás quedando. Ya no te queda tiempo.
Era mamá. Se me apareció en una visión radiante. Su figura esbelta flotaba encima de la perfecta redondez de la barriga de Isaura. Mis rastas adornaban el conjunto.
***
Las rastas. Esa moda rara que a papá no le gustaba nada, ahora era un furor. Mucha gente quería lucirlas. Pocos tenían paciencia para hacérselas. Fue otro de mis caprichos. Papá no supo detenerme. Como tampoco pudo frenarme otras cosas.
***
A los quince traje a la casa una novia de rastas que fumaba marihuana. Papá fumaba en pipa mientras me veía envuelto en humo verde, yo parecía tan feliz con esa chica de ideas raras. Yo aprendía como podía lo que era el amor. Había tenido durante doce años el feliz ejemplo de mis padres. Yo también quería hacer mi vida, reinventarme, lo hacía como me salía. Papá no rehizo su vida, siguió muy solo. Nadie iba a poder ocupar el lugar de mamá, y no tenía forma de darme una nueva madre. Le remordía la conciencia por no haberme hablado nunca con claridad sobre la muerte. Yo no sufría con la palabra muerte, no me dolía; la desconocía. Y corría peligro de terminar desconociendo también la palabra vida.
Tan sol(ter)o de vuelta
El Turco está sentado en el cordón de la vereda. Se le acerca el hermano.
–¿Qué te pasa, che?
–Otra vez…
–Juaa, te volvió a patear aquella.
El Turco lo mira de reojo, masticando rabia.
–Y que no vaya a decir que no la supe entender. Porque mirá que la pasó bien conmigo, ¿eh?
–Lo que pasa, es que…
–Se le dio por volver con ese tarado nariz para arriba. El novio que tenía antes.
–El mismo que ya te la había sacado el año pasado, ¿eh? Seguir leyendo «Tan sol(ter)o de vuelta»
Navegante del asfalto
Mucho solemos hablar de nuestra ciudad tranquila, de un pueblo grande en donde no pasa nada. Pero en medio de la rutina, hay personajes anónimos que corretean de un lado para el otro, viviendo aventuras y desdichas sin solución de continuidad. Alguno, ni sabe bien quién es, pero igual busca, bebe y baila. Y cómo. Seguir leyendo «Navegante del asfalto»