
Ya no me recorren los dedos de nadie. —Páginas Amarillas
Yo ni siquiera existo. — Guía Turística de Yugoslavia
Cáspita… no apoyen los codos en la barra. —Etiquette, de Emily Post
Yo era alguien. —Guía Michelin de París, 1976
Yo estoy de vuelta. Sustantivo. Puesto (de) nuevo. —Diccionario Merriam-Webster
Sí, señoras y señores. Pónganse cómodos y utilicen los viejos y queridos diccionarios. O los nuevos. O discutan cuáles son los mejores. Porque la verdad, los diccionarios están de moda en esta época de tanta postverdad.
¿Todavía existe la palabra «impugnación»? ¿Qué son realmente los «hechos alternativos»?
Quien quiera seguir leyendo en inglés, aquí está el artículo completo en The New York Times, escrito por Katherine Rosman. Quien no quiera o pueda leerlo, inspírese con la graciosa ilustración. A buscar un buen diccionario y usarlo como se debe.
Porque tarde o temprano… la letra con sangre entra.
Soy romántica y nostálgica y de cuando en cuando manoseo mi viejo Larousse, acaricio sus desgastadas páginas que tanto me enseñaron, aunque para rapidez utilizo el de la RAE digital, los diccionarios son eterna fuente de inspiración y imprescindibles. Además, no desaparecerán jamás de uno u otra forma…
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¡Larga vida a la lexicografía!
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Muy buen chiste que encabeza el post.
Aunque no utilice desde hace años un diccionario de papel, por cierto, lo consulto casi a diario para no meter la patita escribiendo. Por pequeña que sea la duda, prefiero buscar en un momento y asegurarme de lo que escribo.
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Para mí, es el pan de cada instante (no solo de cada día). Vivo de los significados, y mejor ni hablemos de la polisemia (que casi rima con «epidemia»).
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¡Que bueno! Me alegro mucho.
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Recuerdo mi primer diccionario escolar, con colores llamativos para llamar la atención de los niños. Me perdia entre tantas palabras y me leia cada palabra rara que no entendia su significado.
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Te nutrías el léxico, o sea.
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Sin dudas, en la actualidad, para la mayor parte de la población, el diccionario, es el gran olvidado. Yo lo consulto muy a menudo, tengo uno de papel pero desde la era era digital lo uso poco y nada, porque lo tengo en el celular y en el PC.
En el liceo, tuve un profesor de física, que no lo tenía como libro de consulta, sino como libro de lectura, sabía prácticamente las acepciones de todas las palabras y era un verdadero fan de los antónimos y sinónimos, le decías una palabra y él te daba todos los sinónimos o antónimos que tuviera.
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Leer diccionarios por placer, otra vieja práctica de las largas tardes de lluvia cuando la tele tardaba en empezar.
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Con los buenos ratos que nos dieron, pero ya dicen… renovarse o morir
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Pero es muy cierto que hay que CUIDAR el significado de las palabras. No importa para dónde evolucionen, siempre QUIEREN DECIR algo.
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En el cole aún los utilizan. Lo siento por las pobres páginas amarillas, que esas sí que…
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Jeje, yo sí uso las amarillas cuando mi celu está descargado, o cuando hay apagón (sí, todavía existen los cortes de energía eléctrica repentinos).
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Jajajaja, pues en ese caso, en mi casa, mala suerte…
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UN GRAN UTENSILIO QUE PARECE QUE HA DESAPARECIDO
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¿En serio? Yo todavía recurro a los de papel. En mi profesión, sin duda.
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