El resplandor del amanecer me desvela como una caricia. No quiero despertarla, prefiero que descanse tranquila después de esta semana agotadora.
Hace apenas diez días que estamos juntos. No ha dejado de correr de arriba para abajo, de ir y venir haciendo cosas, de arreglar cada rincón para que parezca como nuevo. Y es que nuestra vida es nueva. Para mí, sin duda.
Apenas puedo creerlo. Ya ni me animo a calificar lo nuestro como normal o anormal, porque parece que en este mundo ya nada lo es, tanto da. Pero… Ya estoy cansado de trotar por la vida, cayéndome siempre de la montura. Ahora, voy a andar lento pero seguro.
Mejor me levanto ya mismo y voy aprontando el desayuno. El que a ella le gusta. Apenas le conozco los gustos desde que me mudé con ella, pero esto sé que le va a encantar. Y esto otro también. Ah, por supuesto, y una flor de estas que crecen en la ventana.
Esta vez no puedo fallar. No voy a fallar.
Hoy me levanté bien. Inspirado. Elijo seguir con ella. Y la voy a seguir eligiendo todos los días. Lo sé.
Canon y giga en re mayor, por Johann Pachelbel (1680). Un plácido despertar de los sentidos.
Publicado en Letras & Poesía hace pocos días.