Semana anterior: la hija se vuelve cada vez más curiosa, ansía una comida deliciosa.
Megan nunca había comido nada crudo, así que no entendía lo que significaba cocinar. Lo más cercano a los mariscos que había comido en su vida fue un salmón enlatado que comimos en Año Nuevo.
“Hay que cocinarlos al vapor para poder abrir las caparazones y llegar a la carne que tienen dentro”. Megan se veía decepcionada. Ella se regocijaba ante la idea de un festín vivo y coleando, comida lista para ser tomada. Nuestra dependencia con la colonia era tan constante que la idea de alimentarse por sus propios medios era una fuente inagotable de maravillas para ella.
Me gustaba consentirla. Seguir leyendo «Ciencia ficción: “Alive Alive Oh” #04»