Categoría: Escribir

Historia de muchachos. Juan de Marsilio reseña a los amigos.

Hombre hecho de libros

El viernes 29 de setiembre de 2017 realicé una presentación de mi libro Amigos orientales ante un nutrido auditorio de adolescentes de 15 a 17 años en el Colegio y Liceo Clara Jackson de Heber, debían de ser más de ciento cincuenta. Fue fabuloso poder interactuar con ellos, intercambiar impresiones, recibir preguntas inesperadas e inventarme para responderlas en el momento. Una instancia que mucho le agradezco a la institución y a sus autoridades.

En el plantel docente del colegio se destaca el profesor Juan de Marsilio (Montevideo, 1963), que también escribe y bloguea. Estuvo en la presentación y realizó un resumen muy lúcido; poco antes me enteré de que escribió un largo artículo en el que reseña mi obra.

Aquí se los muestro. Seguir leyendo «Historia de muchachos. Juan de Marsilio reseña a los amigos.»

Feo rostro, gran amigo

Tris_mitad_9989En todos los grupos de amigos de barrio hay uno de pocas pulgas. Que dice las cosas así nomás, como le vienen, sin vueltas. Que no le importa nada hacerse odiar cuando lo que dice suena feo o es desagradable. Porque sabe que es así como lo dice. Si además de eso es feo de cara, poco elegante, se está empezando a quedar pelado antes de los dieciocho, su vida amorosa es una desgracia, entonces estás empezando a conocer a Tristán. Para que no tenga tanto eco de «tristón», los amigos le dicen Tris.

En la entrega pasada te mostré al personaje más triste, al que todo le falta. Tris es distinto en ese sentido, él sí tiene padre y madre, vive en una casa decorosa, además de dormitorio tiene su propio cuarto para escribir y leer en el sótano de la casa. Tiene una veta de escritor en ciernes, lleva un diario desde que era muy chico, escribe observaciones muy lapidarias.

Y es flor de amigo. De los mejores. Honesto, derecho, incapaz de hacerle una maldad a alguien que quiera. Después, si no te lo aguantás porque te gruñe, es problema tuyo. Porque él es así como lo ves y lo sentís. No le importa que le llamen «el amargo».

¿Querés conocer al más popular de todos? Para la próxima te lo cuento.

Un amigo con rostro de desgracia

rostro Moro

En la entrega pasada te contaba de unos movedizos personajes que, de repente, tienen historia y familia por detrás. También, de otros personajes que todavía quedaban más perdidos. Uno de ellos, absolutamente.

Mientras el barco me llevaba de regreso a Montevideo, surcando las aguas del Río de la Plata, me vino a la mente una imagen de la Escollera Sarandí, ese parteaguas que marca una frontera entre la Bahía y el estuario. Un muchacho solitario, tirado ahí, la mirada perdida en el horizonte, el reflejo en el agua (no se sabe si del sol o la luna). Humo que brota de su boca, no importa lo que fuma. Nada importa. Nada tiene. Nada le queda. El rostro mismo de la desgracia.

Y es otro integrante del cuadro. Va a necesitar mucha ayuda de sus amigos para ponerse de pie y salir adelante. Porque le falta familia. Le falta dinero. Le falta apoyo. Le falta todo.

Muchos días después, con casi todos los personajes más definidos, este muchacho retomó vigor para pedirle cosas al autor. Le pidió un rostro, un físico, un lugar donde vivir. Y mi imaginación gritó: un indígena discriminado, con ecos del poema Tabaré. Pero viviendo en un apartamento viejo y horrible, como recalcando que no pertenece a ese lugar.

Las melodías que acompañaban mi proceso creativo eran todas tristes. Como esta.

Este es Moro, el personaje más triste. Para la semana próxima viene el personaje más amargado. Porque hay para todos los gustos.

Rostros y mañas se hacen amigos

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En la entrada de la semana pasada te comentaba que necesité un papel aparte para que pudieran nacer más personajes, los integrantes de un equipo de fútbol de barrio. Pero lo bastante indefinidos como para que la imaginación no se quedase con ninguna idea fija. Tenés que poder imaginarte a ese flaco inquieto con tres piercings en la oreja izquierda que le guiña un ojo bandido al grandote musculoso que mete miedo… Eso quiere decir que ya hay una complicidad entre esos dos. Y también con el petisito ingenuo que se cree todo lo que le dicen pero que se siente seguro al lado de ellos porque en esa ciudad es un extraño. Ahí tenemos un trío de amigos.

Hay que darles permiso para que se expresen, no solo en el papel, también en el espacio. Imaginárselos con suficiente volumen como para asociar libremente con otras sensaciones. Paco, el grandote musculoso, es retacón, compadre, tiene el empaque de un guapo de barrio («guapo» en la acepción rioplatense del término, lo que en España llamarían «chulo»), es capaz de darle una piña al que hable mal de su abuelo que fue ministro mucho antes de que él naciera. Tóbal, el flaco de los tres piercings, es nieto de un sindicalista que tuvo que exiliarse. El petisito ingenuo es un paisanito de un pueblo del interior, desciende de una familia de caudillos de tierra adentro. Como ves, estoy pintando tres tradiciones políticas diferentes, pero en el país de ahora; trato de mostrar qué queda de todo aquello y qué fue lo que cambió. Porque hay algo que está claro. ¡Están juntos! ¡Son amigos! La metáfora de un país que camina unido, de una sociedad que se abraza (no es necesariamente el retrato de la realidad, pero sí el deseo de que así sea). Y además, jovencitos cómplices que se las saben todas para vivir la noche a pleno. Les gustan las chicas.

Los tres tienen padre y madre. Tóbal tiene un hermano mayor. El Paisa es el sexto de siete hermanos. Estos tres personajes ya tienen familias presentes con sus tradiciones detrás. Los demás integrantes siguen un poco indefinidos, o están como perdidos. Hay que dejar que esas sensaciones vibren solas hasta que esos otros personajes también pidan lo suyo. Ya vas a ver cómo piden. Hasta qué extremos llegan.

Los once adoptan rostros y mañas

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Te vengo contando el nacimiento de las primeras criaturas. Primero fue un jovencito de tierras lejanas, después fueron otros dos «de los míos», pero es el comienzo. Apenas un personaje tiene nombre. Hay mucha distancia entre el observador distante, muy discreto, y los otros dos que viven sus cosas con intensidad. Piden a gritos más personajes. Sí, piden a gritos. Porque esos personajes que ni siquiera tienen rasgos definidos ya están pidiendo un equipo.

Así es como se empiezan a delinear más personajes. De manera muy volátil, son gelatinosos, movedizos, inquietos, escurridizos. Pero además, no quiero distraerme del hilo principal del diálogo que hay entre el ligero y el tranqui, que a su vez retroalimenta los comentarios del observador exterior… Todo lo que ya empecé a escribir se necesita recíprocamente para seguir creciendo. Así que tomo otra hoja de papel, aparte, en vez de lapicera uso un lápiz, y empiezo a escribir características que podrían tener los demás. Y en qué contexto se mueven, por supuesto.

Me viene a la cabeza un cuadro de fútbol de barrio. En mi ciudad ha sido tradicionalmente un integrador social muy poderoso. El fútbol jugado en plena calle, en los terrenos baldíos, en el césped ralo de los parques. Es evidente que, además de diferentes posiciones en la cancha, son distintos físicos, temperamentos, rostros. Demasiado para hacer algo exhaustivo, por eso hay que ir sin apuro, poco a poco, darles permiso para que sigan siendo bastante indefinidos.

Son indefinidos. Son adolescentes. Son inmaduros. ¡Obvio que sí! Por lo tanto, si voy a seguir escribiendo sobre más personajes con estas características, no me voy a complicar mucho. En la hojita de papel, escribiendo con lápiz, empiezan a aparecer apodos provisorios para denominar al petisito que mira todo con cara de incrédulo, al forzudo que hace musculación y te da miedo acercarte, al alfeñique calladito y bandido que se las sabe todas, al pobre infeliz al que todo le salió mal, al flaco macanudo loco por los teléfonos celulares. Con esas definiciones se van enriqueciendo los personajes tan indefinidos, se llenan de gestos y mañas, adoptan actitudes reivindicativas de sus roles y espacios.

¡Queremos existir! Los personajes a la búsqueda de autor piden a gritos: ¡¡¡más!!!

La semana que viene vas a tener más, sin duda.

Nace la primera dupla de «Amigos orientales»

Te contaba en mi anterior entrada de un proceso creativo en una madrugada solitaria. Una reflexión fue tomando forma sola, fue adoptando un inesperado espesor, el de un personaje. Un «raro» que profería juicios de valor muy duros contra una sociedad. Un par de ojos ajenos que nos miraban a «nosotros» desde afuera. Ahora es el turno de mirar desde adentro. Bien adentro. Atención porque lo que vas a leer ahora fue saliendo todo así, casi sin reflexionar, tal cual.

gonza+fredoSiguen brotando las palabras de la lapicera. Siguen apareciendo rasgos faciales difusos. Todavía sin tener nombre ni rostros definidos aparece como insinuado un dúo de amigos muy jovencitos. Trece años, la edad en la que los cambios hormonales aparecen sin vuelta atrás. Como no tienen nombre (y no quiero apurar esa definición), voy a llamarlos «el ligero» (por apurado) y «el tranqui» (por tranquilo). Esos juegos de opuestos que tanto gustan, que tantas veces suceden en la vida. Que tantas veces me pasaron también a mí.

El ligero está muy apurado con las cosas que le pasan. Hace sin preguntar, lo tienen que frenar. Creció muy de golpe, ya mide un metro ochenta (estatura exagerada para ser latino), se da cuenta de que su estatura le permite pasar por grande si se hace el serio, aprovecha, es muy vivo, se hace el vivo. Muy diferente del tranqui, más sobrio, lento, viene despacito, todavía medio niño (aunque la procesión va por dentro). Este juego de contrastes me lleva a expresar las diferencias en un diálogo muy animado.

El propio juego de contrastes me dicta que el tranqui tiene ancestros nórdicos, tal vez un estereotipo de cabeza fría y racionalidad. Listo, la dupla está hecha, funciona, me sirve, es eficiente. Y pide más. Mucho más.

¿Qué pide? ¿Cómo les doy satisfacción al pedido? En la próxima te cuento.

Nace Amir, de «Amigos orientales»

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La semana pasada te traje el recuerdo de un personaje que nació de una madrugada de insomnio. Ahora lo vas a ver más en detalle.

En tu país estás acostumbrado a vivir de determinada manera. También es cierto que existen muchas personas que piensan distinto a vos. Y a la vez, ese «nosotros» colectivo tiende a ver a los de afuera como «otros» muy raros, que no pertenecen a «este» lugar, mío y tuyo. ¿Por qué me estoy poniendo así de reflexivo?

Sucede que en octubre de 2014, además de las noticias del ámbito político (se acercaban las elecciones presidenciales y parlamentarias, lo habitual cada cinco años), una novedad ocupaba un espacio importante en los medios: la llegada de familias sirias en calidad de refugiados de guerra. Toda una novedad para muchos. Porque es raro en Uruguay encontrarse con gente que hable árabe. Seguir leyendo «Nace Amir, de «Amigos orientales»»

Nace «Amigos orientales»: la previa

Libros Fabio

Como todo en esta vida, la creación literaria tiene un escenario en el que se desenvuelve. Amigos orientales, ese libro que ahora circula impreso, fue el resultado de un largo proceso que también tuvo su propia escena, su propio trasfondo. Intentaré describirlo de la manera más ilustrativa.

Dicen que detrás de un escritor hay un lector. Respaldo esa afirmación, porque mis letras abrevan en todas esas interminables horas de lectura a lo largo de más de cuatro décadas. Una absorción literaria que, ya antes de leer, comenzó con mis oídos, cuando me narraban cuentos infantiles con gran lujo de detalles. Ese mismo detallismo fue siempre parte inseparable de mi manera de apropiarme de los textos que pasaron por mis ojos. En español y también en otros idiomas que aprendí. En mi vida familiar y social, estudios, trabajo, viajes, sueños. Detalles, muchos detalles.

hotel-carsson-general-2fd80fcCorría octubre de 2014. Terminaba un intenso fin de semana en la hermana ciudad de Buenos Aires. Reencuentro con muchos amigos, adquisición de conocimientos profesionales, comidas elaboradas, compras apuradas, y dos noches de alojamiento en el Hotel Carsson de la calle Viamonte. Esa edificación también significó un reencuentro muy fuerte, porque allá por febrero de 1976 había estado alojado una semana con mis padres y hermana, en nuestro primer viaje fuera de Uruguay. Tenía a flor de piel muchos puntos de comparación, muchos recuerdos remotos que resaltaban con el recorrido por la vida. Todos esos contrastes también invitaban a proyectar escenas de futuro.

Y la soledad de la habitación. Comparando con los amplios espacios en los que alternaba con mis amigos y colegas traductores, de pronto esas paredes parecían muy estrechas. No faltaba confort moderno, tenía conexión a internet y televisión por cable, el contacto con mi familia al alcance de los dedos. Pero esos ratos de soledad en medio del trajín también pedían algo más. Mucho más. No me alcanzaba.

Todo ese cúmulo de detalles, más mi propio recorrido por la vida, deben de haber hecho erupción allá en el fondo de mi ser. De hecho, en el curso de marketing para traductores al que recién había asistido, una voz interior me taladraba la cabeza diciéndome «dale, es ahora, no esperes más». Así, en la madrugada del domingo 19 de octubre de 2014, me desperté sobresaltado con cualquier ruido y ya no pude dormir más. Pendiente de ese «algo más» que estaba esperando que sucediera.

Sucedía que mi cabeza estaba poblada de cosas que hacían fuerza por salir. Al tanteo encendí la luz, busqué en la mesa de luz lapicera y papel, escribí lo que sentía. No fue suficiente, seguí escribiendo. Al rato me di cuenta de que estaba naciendo un personaje, un jovencito que profería críticas contra una sociedad que consideraba perdida.

No es exageración decir que mi primera mesa para escribir literatura fue la almohada. Pero empecé a sentirme incómodo, por eso me senté frente al escritorio y seguí escribiendo. Más molesto todavía. La mesa no parecía la mejor solución, algo me quedaba lejos, necesitaba proximidad. Agarré un cuaderno grande que tenía en mi bolso, lo puse sobre el muslo y seguí escribiendo. Casi con los ojos cerrados. Una conexión de la mente creativa directamente con la mano que arroja tinta al papel.

Así, casi al impulso, salió otra cosa distinta a lo que estaba escribiendo sobre la almohada: el borrador de un diálogo entre dos personajes adolescentes. Muy impetuosas las palabras, sin filtro, se mezclaban el entusiasmo y la improvisación. Un desborde, un descontrol me brotaba, apenas se podía retener en el papel.

¿Quieren saber más de esos primeros personajes? Lo vemos el próximo martes.

Celeste como el mar.

Mar Celeste publicidad
Decime la verdad, ¿no está buenísima esta imagen? Parece un cuadro constructivista en versión curvilínea. Con la redondez que lima las rasposas asperezas puntiagudas.

Es habitual que en toda publicación haya una editorial que se dedique a muchas tareas. Pero cuando el que publica es el propio autor, corrés el riesgo de equivocarte feo en un montón de detalles que te terminan afeando tu libro. Sí, el texto al que tanto trabajo le dedicaste. Vas muerto si no tenés quién te lo redondee.

Mar Celeste es el taller de corrección y edición de textos al que recurrí en esa instancia crucial de mi recorrido por el mundo literario. Celeste Moreno es la maravillosa persona que está detrás de ese cartel con el pececito. No solo realiza la corrección ortotipográfica, también se dedica con mucho amor al relato, a buscar la coherencia de los hilos narrativos, a comprender el desarrollo de la obra (y si está bien expresado). Con mucho tacto te va haciendo sugerencias para que tu obra quede mucho mejor. Ni te imaginás cómo con tan poco podés conseguir algo tan distinto. Que al fin quede por escrito esa palabra que tenías en la punta de la lengua (o de los dedos).

Muchas gracias, Celeste, por ayudarme a navegar en el mar de mis letras.


Página de Mar Celeste: https://www.facebook.com/guiadescritura/

Amigos orientales y colaboradores

FabioD+DiegoIpata_libroMe puse este libro al hombro para sacarlo adelante, pero miento si digo que lo hice solo.

Diego Ipata (Montevideo, 1995) es corrector de estilo profesional, con experiencia de trabajo para editoriales locales. Hace un tiempo participó en la primera fase de edición del libro. Me ayudó a adaptar la forma escrita de varias expresiones inventadas (cuando te gusta inventar palabras, después es un dolor de cabeza para los correctores). Quedé muy conforme con el resultado.

Quedó un libro montevideano, de estirpe oriental, con garra charrúa. ¿Frases hechas o realidades? Ya vas a tener ocasión de comprobarlo vos por tu propia cuenta.

Escribir: un placer del escritor y un deber para el redactor

Escribir: un placer del escritor y un deber para el redactor

Un ensayo excelente de la pluma de un joven escritor rioplatense. Me encanta.

Cómo escribir un primer capítulo

gif para blog.gifVienen las ganas de comenzar por fin. Porque todo tiene su principio. Gracias al escritor Peter Vergara, que le dio difusión en su blog literario a un artículo de Sinjania, aquí van algunos consejos para escribir un primer capítulo genial (pueden leer el original completo haciendo clic aquí):

  • Mostrar el estilo del autor
  • Estructura equilibrada
  • Conexión con los personajes
  • Despertar el interés del lector
  • Plantear la situación pero sin excesos de información
  • El inicio del capítulo no es necesariamente el principio cronológico de la historia
  • Evitar demasiado trasfondo, demasiada exposición o descripción, no incorporar flashback, no presentar a demasiados personajes.

Para ser escritor

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Comparto con los queridos lectores estas líneas de mi colega Jimmy García Ferrer.
Las comparto al cien por cien. Porque todos quienes blogueamos escribimos, aspiramos a ser leídos, pero… cuando comenzamos a leer, ¿alguna vez pensamos que nos íbamos a dedicar a escribir? ¿O en realidad estábamos entusiasmadísimos con esas fascinantes líneas que retenían al libro en nuestras manos? La respuesta es evidente. Admirábamos lo que leíamos. No nos poníamos a pensar cómo lo pudo escribir. Simplemente leíamos.

Los subgéneros de la ciencia ficción

El bloguero y escritor Daniel Arrebola nos ilustra sobre los diversos subgéneros de la apasionante ciencia ficción.

Avatar de Daniel Arrebola ▷ NeotubeeMundos de Leyendas

subgenero ciencia ficcion.jpg Analicemos los mundos de la ciencia ficción

Catalogar la ciencia ficción en diferentes subgéneros puede ser tan complejo como definir qué es la ciencia ficción como tal. Las características que definen cada una las divisiones pueden compartir rasgos con otra rama, cosa capaz de confundir cuando queremos referirnos a un subgénero en concreto. Las fronteras cambian con el paso del tiempo, por ello, lo mejor es ser flexible con las categorías.

La clasificación presentada a continuación no es una simple lista, sino más bien una serie de temas en los que se puede agrupar la ciencia ficción alrededor de una regla central. Cada novela pertenece a varios subgéneros. Pienso que estas divisiones pueden aumentar al infinito, aunque los grupos que propongo me parecen suficientes.

La ciencia empleada en la narración

Ciencia ficción dura: la ciencia que encontramos se puede explicar, la tecnología se utiliza con un absoluto rigor. No existen…

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¿Por qué escribir?

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